http://1drv.ms/1hN51Wt
Don Tello de Eraso era descendiente de don Miguel de Eraso, al que dieron la Torre de Guaro y sus tierras. Obtiene copia de la escrituras originales de los Repartimientos de los Reyes Católicos de 1492.
En Guaro, queda el recuerdo del Cortijo de don Tello.
Enlaza con la dirección de arriba.
José Naranjo
Aquí podréis leer la historia y la intrahistoria de Guaro (Málaga), desde el Neolítico hasta el presente. El libro, como decía el Arcipreste de Hita, queda abierto a todo aquel que quiera colaborar con la historia de su pueblo. He abierto una vía de investigación que puede ser seguida y mejorada por aquellos historiadores locales que lo deseen. Por Guaro y para Guaro.
martes, 29 de abril de 2014
ARCHIVOS DE LA HISTORIA DE GUARO PARTIDO SOCIALISTA Y PARTIDO AGRARIO
https://1drv.ms/b/s!Ai3o0AEJ9Ev2iAwns3efsVwwSEFl
CONSTITUCIÓN DEL PARTIDO SOCIALISTA 1931
Conecta con el enlace de arriba.
CONSTITUCIÓN DEL PARTIDO AGRARIO 1935
Conecta con el enlace de abajo.
https://1drv.ms/b/s!Ai3o0AEJ9Ev2iAoRjoaF-RToo6wO
José Naranjo
CONSTITUCIÓN DEL PARTIDO SOCIALISTA 1931
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CONSTITUCIÓN DEL PARTIDO AGRARIO 1935
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José Naranjo
ARCHIVOS DE LA HISTORIA DE GUARO ESTATUTOS DEL MOLINO SOCIEDAD EL PORVENIR 1914
Estatutos del molino de aceite Sociedad "El Porvenir" de Guaro 1914
Este año, en agosto, se cumplirán 100 años de su constitución.
Pincha en el enlace de abajo para abrir el archivo.
https://1drv.ms/b/s!Ai3o0AEJ9Ev2iBj2AewzsQOMvb91
José Naranjo
Este año, en agosto, se cumplirán 100 años de su constitución.
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José Naranjo
ARCHIVOS DE LA HISTORIA DE GUARO CATASTRO DE 1897 (planos de 1913 y 14)
CATASTRO DE GUARO DE 1897
En el enlace que tenéis abajo podéis descargar los planos del catastro de 1897 más la segregación y amillaramiento de 1913 y 1914. Muy interesante para ver la evolución de nuestro territorio y su correspondiente parcelación.
Pincha en el enlace de abajo.
https://1drv.ms/b/s!Ai3o0AEJ9Ev2iBpQ2szW1AV5n5ap
viernes, 25 de abril de 2014
BIBLIOGRAFÍA DE LA HISTORIA DE GUARO
BIBLIOGRAFÍA
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martes, 15 de abril de 2014
MEMORIAS DE UNA NIÑA, EL"TOPO" JEROMO TORRES "TOÍLLO"
MEMORIAS DE UNA NIÑA, “EL TOPO”
JEROMO TORRES ”Toíllo”
MARÍA
TORRES
Transcribo
textualmente el relato escrito por la hija de Jerónimo Torres "Toíllo"
I
Voy a escribir
lo que pasé durante la Guerra Civil. Yo tendría cinco o seis años. Éramos una
familia pobre, pero felices.
Mis padres
solamente tenían dos hijas, una hermana y yo, aunque, después de terminar la
guerra, nació otra hermana.
Esta maldita
guerra lo destruyó todo, porque nosotras, que tan pequeñas éramos, hizo que me
convirtiera en una mujer.
En el 36
salimos de Guaro por la huida. Lo hicimos por el camino de Málaga.
Durante el trayecto, me perdí, me despisté y una familia, que me
encontró, me dejó en un cortijo que había antes de llegar a la capital. Allí me
encontraron mis padres, que estaban buscándome.
Por la
mañana, dijeron que habían cortado el puente y no se podía pasar a Málaga, así
que tuvimos que volver para el pueblo.
Cuando
llegamos, la casa estaba saqueada.
A mi padre
lo buscaban para matarlo, pero como él decía que no había hecho nada, que lo
cogerían corriendo. Nos fuimos al campo, a una finca que tenía mi abuelo. Allí, se puso a trabajar con un señor de Monda al que decía “Jorobao”.
Todos los
días, iban a por él, pero ese señor le decía: “Déjelo, a ver si termina el día”.
Al terminar, el buen señor le dijo: ”Jerónimo, quítate de en medio que esta
tarde vienen a por ti”.
Mi padre se
vino para la casa; se fue al huerto a regar. Yo, con tan poca edad, vi a dos
hombres que venían con escopetas. Salí corriendo y le dije: “Papá, ahí vienen
dos hombres con escopetas. Él salió corriendo la cañada arriba y se metió en un
zarzal.
Ellos
llamaron a la casa y le preguntaron a mi madre que dónde estaba mi padre. Mi
madre le dijo que esta mañana se había ido a la parte de Cádiz a segar.
-¿Cómo se ha
ido tan pronto?- dijeron los hombres de escopeta.
Porque él
decía que como no le había hecho daño a nadie que no se entregaba.
Él había
guardado las bestias requisadas cuando entraron los Rojos. A él lo pusieron
obligado para dicho cuidado.
Él veía que
eso no era delito para que lo mataran. Se tiró al monte. Estuvo huyendo cuatro
o cinco meses.
Mi madre,
cuando iba para el campo, le llevaba una bolsa de comida. En una tarama, tenía
una contraseña; la dejaba escondida y él, por la noche, iba y se la llevaba.
Al
principio, estaba con otro tío mío, pero este no podía y se entregó. Estuvo
tres años preso. Cuando salió, estaba enfermo y enfermo murió. Tampoco le había
hecho nada a nadie porque era una persona buena, pero todo era la contra:
solamente si uno le tenía contra al otro, había que matarlo.
Mi padre se
vino más cerca del pueblo, a una finca que tenían sus padres en el Puerto Liñén
( de doña Inés). Había unas cubas por debajo de la casa y ahí estaba metido.
Mi abuela,
cuando hacía de comer, salía como si fuese a echarle de comer a los animales y
se la llevaba a él. Pero un día le dijo mi madre: ”Jeromo, ¿por qué no te
vienes esta noche a la casa? Te metes en la cuadra; hacemos un agujero en el
suelo y estamos más tranquilos.
Para poder
entrar en la casa, se disfrazó de mujer y esperó la noche. Y así se hizo.
Nuestra casa
estaba en la calle Cerrillo, donde vivía con toda la familia.
Costó mucho
trabajo porque, para que la tierra que sacaban no se viera, mi madre, con una
espuerta pequeña, debajo del mantón, la llevaba al patio de una tía mía.
Hicieron un
agujero de unos dos metros de largo por uno de alto. Tuvieron que poner unos
banquillos y una tabla, porque, cuando llovía, pasaba el agua por debajo.
Nosotras no
sabíamos nada porque éramos muy pequeñas. Estaba deseando de terminar y
abrazarnos.
Un día, nos
dejó mi madre jugando, y fue por un cántaro de agua; cerró la puerta del patio
para que no saliéramos.
Él, cuando
vio que estábamos solas, se asomó a la puerta de la cuadra y empezó a
llamarnos. Nosotras nos asustamos. Mi hermana, que era más pequeña, empezó a
llorar. Yo le tapaba la boca diciéndole que no llorara, que vienen los civiles.
El patio
tenía un muro de piedra y espino. Me subí encima con una silla; le di la mano a
mi hermana y caímos al patio de la
vecina; nos hicimos polvo las piernas con los espinos y llegamos a la casa de
mi abuela llorando.
Mi abuela no
nos dijo nada porque había gente, pero ella se lo calculó.
Cuando vino
mi madre con el agua y vio que nosotras no estábamos dijo:”Ya lo hizo este
hombre”.
Vino a casa
de mi abuela, que vivía enfrente, y le dijo:” Ma María, que así se llamaba,
¿usted ha visto a las niñas si están arriba?”
Salió mi
madre y, cuando nos vio, se echó a llorar. Nos decía: “Tranquilas, eso no es
nada”.
-Pero, mamá,
en la cuadra hay un tío.
-No, hija,
en la cuadra no hay nada. No digáis nada. Vais a venir conmigo.
Y así lo hizo. Nos llevó y, efectivamente,
allí no había nada por la noche.
Cuando mi
hermana se quedó dormida, me dijo:”Si te digo algo, ¿tú lo vas a decir?
-Yo, no.
-Pues ven
conmigo.
Me llevó y
ya vi que era mi padre. Estaba muy delgado, con barba y con muy mal color.
Él me
decía:”Si alguien te pregunta por mí, ¿tú qué vas a decir? Que está en la siega
muy bien.
Desde aquel
día, todos los días me metía con él. Sabía un poco de letras y de números. Todo
el día se le iba poniéndome muestras y números.
A mí me
gustaba pues estaba loca de contenta. Yo iba a la escuela de una señora a la
que le decían Isabel “La Juanjara”. Ella enseñó a casi todo el pueblo. El Ma
Isabel le decía a mi madre: “María, la niña es muy lista porque aprende muy
rápido". Nos cobraba una perra gorda por darnos de leer. Lo que ella no sabía es
que tenía otro maestro.
II
Un día, vino
el marido de la maestra a sacar mata de tabaco del patio de mi casa, porque
había mucha. Era una parte de mata de tabaco. Me pilló a mí sola, porque,
cuando no estaba mi madre, no faltaba yo de la casa.
Yo sabía que
mi padre estaba tomando un poquito de sol. Cuando me dijo que iba a sacar la
mata de tabaco, le dije que no. Si la sacaba, tenía que ser de la de arriba
porque de abajo no iba.
Y, a todo
esto, yo, con una chaqueta por delante de él hasta que me dijo:”Anda, me voy
y, otro día que esté tu madre aquí,
vendré.
Otro día me
pasó otra cosa. Estábamos jugando en el patio de la vecina. Como las paredes
eran de piedra seca, un niño al que le decía" F. el de la I". lo vio tomando el
sol y empezó a decir:”¡ En el corral de "La Gregoria", que así le llamaban a madre,” hay un tío!
Yo lo cogí
de los pelos y lo llevé a su casa llorando. La madre me dijo: “¿Qué pasa?
-Que dice
que en mi corral hay un tío y van a venir los civiles.
La madre le
pegó y le dijo:”Como lo digas, te mato.”
Pero,
aquella noche, cuando vino mi madre, que estaba en el campo trabajando para
poder ganar algo para darnos de comer, se lo dije.
En aquel
momento, apañaron un poco de comida de lo poco que había. Se vistió otra vez de
mujer y se fue al monte otra vez.
Como no se
escuchaba nada, le dijo mi madre:” Vente que no se escucha nada y, ahora, ten
más cuidado”.
III
Ya no se
tuvo que ir más. A mí me mandaba mi madre por leche a casa de un cabrero que
vendía leche en su casa. Eran de derechas. Todas las noches, cuando yo llegaba,
me decía:”Mariquita, vente conmigo a la candela”. Era para preguntarme que
dónde estaba mi padre.
Yo le decía que
estaba en la siega.
-¡Pero si ya
no hay siega!
-Él se fue a
la siega y no ha venido.
Una noche,
lo estaba escuchando una tía de mi madre y vio que le estaba ofreciendo dinero
para que le dijera dónde estaba él.
-Ella no va
a decir nada porque no lo sé ni yo.
Ella no fue
más a por leche.
IV
Todas las
noches, venían un grupo de mujeres cantando “Cara al Sol” y aporreando la
puerta.
-¡Abre, y
nos dices dónde está tu marido!”.
Nosotras
llorando y mi madre nos decía:” Callaíta que no pasa nada”. Era casi todas las
noches.
Otro día,
vinieron unos pocos y se llevaron a mi madre, mi abuela, dos hermanas de mi
padre, una cuñada que, por cierto, tenía el marido en la cárcel y a mi abuelo.
Entonces nos
dijeron: “Despedirse de ellos que no los vais a ver más: los vamos a meter en
un caldero de aceite ardiendo”.
Todos los
niños llorando; los vecinos, consolándonos: “No va a pasar nada”.
V
Suerte que
una de mis tías tenía un novio de derechas y llegó a la plaza. Cuando los vio a
todos allí dijo que qué pasaba.
-Que si no
hablan los vamos a matar a todos.
-Eso ni
hablar. Venga, iros para arriba.
Cuando los
niños los vimos llegar, nos liamos a pegar chillidos diciendo:”¡Ya no os vais
más!”
Aquella
noche, volvieron para decirles: “De esta no os escapáis”.
A mi abuelo
lo soltaron, pero a mi tío, no.
Se lo
llevaron a la cárcel de Málaga donde estuvo tres años.
Cuando lo
echaron, venía enfermo con un boquete en el costado que todos los días lo
curaba mi tía metiéndole un montón de gasas en el boquete que tenía.
Duró muy
poco después de venir. Tampoco le había hecho mal a nadie. Era tan bueno que no
había persona como él.
Dejó cuatro
niños todos pequeños. Gracias a mis abuelos que le echaban una mano a mi tía:
siempre pasando bastante necesidad.
VI
Se me
olvidaba que mi padre, cuando estaba en el agujero, crio una bicha. Empezó que
entraba pequeñita y él se entretenía echándole miguitas. Cuando comía, se iba.
Así, hasta que se hizo grande, tan grande que ya le daba miedo quedarse allí
porque se quedaba dormido y, cuando despertaba, la tenía encima estirada y ya
se salía de allí. Cerraba el agujero y se quedaba arriba.
VII
En ese
tiempo, ya había terminado la guerra, pero él, todavía, no se había querido
presentar. El novio de mi tía, que era de ellos, le dijo a mi madre que le dijera
dónde estaba, que él lo iba a presentar, que no le iba a pasar nada.
Al
principio, no le quería decir nada, pero él insistió. Mi madre lo cogió y lo
llevo a la cuadra y, cuando vio donde estaba, se quedó de piedra.
-¡No me
digas que todo el tiempo ha estado aquí!
- No.
También, ha estado en la Sierra.
-Ahora, voy
a llevarlo y lo voy a presentar.
Cuando
salió, mi madre llamó a los vecinos y no se lo creían. Era imposible, que tan
cerca, nadie hubiera visto nada.
Bueno, ya se
lo llevó mi tío y lo presentó; pero con tan mala suerte que a una señora del
pueblo le habían matado el marido, que era de derechas, un día que iba de
cacería. Fue a una fuente que había en el campo a beber y había un fugitivo que
también estaba bebiendo.
Él le echó
la escopeta al cuello para ahogar al fugitivo, pero el otro tuvo más poder y el
muerto fue él.
Lo echó a
una cañada. Aquella noche hubo una tormenta y la riada lo tapó de escombros:
así que no lo encontraron.
Por
casualidad, un tío mío, cuñado de mi padre y un primo hermano estaban echando
una calera en ese mismo lugar. La señora del muerto, que le decían M., le dijo a los civiles que
lo había matado mi padre porque estaba allí con ellos haciendo la calera y lo
habían echado a la calera para que se quemara.
A mi padre
le pegaron bastante para que dijera que él lo había matado; pero él decía que
no, que no había visto a los que lo mataron: él no decía una cosa que no había
hecho.
Se acordó
que desde el día que se metió en el agujero había estado apuntando en una
libreta todo lo que pasaba en el pueblo:
si se echaba un pregón, a la hora en que se echaba, si había un muerto, a la
hora en que doblaba, a la hora en que se enterraba, las guardias que se ponían
de noche.
Él, por un
agujero que había, veía toda la calle Torre: eso lo salvó.
Les dijo,
cuando le estaban pegando:”¿Por qué no vais a mi casa? Abajo, donde he estado
metido, hay una libreta que yo tengo allí”
Vinieron dos
guardias y, cuando llegaron, dice uno:”¡Aquí cómo se va a meter una persona!”
El otro
contestó:” Eso se ve metiéndose.”
-¿Cómo se
metía su marido?
-Él ponía
los brazos para abajo y metía la pierna.
Y así lo
hizo el guardia.
Cuando
estaba abajo dijo:”No digo uno, sino dos por una precisa.”
Cogió la
libreta, se la llevó al sargento y, cuando la leyó, le dijo a la señora M. que
se fuera y que buscara quién había matado a su marido: este hombre no ha sido.
Al poco
tiempo, apareció otra tormenta y lo
descubrió. Mi primo y mi tío estuvieron detenidos hasta que se aclaró
todo.
VIII
Se llevaron
a mi padre y a mi madre a Coín; pero mi madre dijo que ella tenía dos niñas y
quedó fuera de ella. Las niñas fuimos
con ella: total, los cuatro presos.
A mi padre
lo tenían en la cárcel de la plaza; a mí
y mi madre en el Hospital, en unos camarotes que había.
A lo
primero, estábamos todos en el mismo salón; pero, un día, otra señora de Coín y
mi madre le pidieron a la jefa que por qué no le dejaba un rellano de la
escalera para ponerse allí porque en el salón había tantos piojos que se veían
andar por el suelo.
Al final,
las dejaron a las dos. La señora de Coín también tenía una niña, se llamaba
María.
Allí, tenían
una anafre de carbón y ellas hacían de comer. Yo le llevaba la comida a mi
padre y aun tío mío que estaba en el callejón de las Cuatro Esquinas, en una
cuadra en la que había hasta pesebres.
Cuando yo
iba, veía que las paredes estaban llenas de sangre y le decía: “Tito, ¿ esa
sangre de quién es?
-Se ha
cortado un hombre.
Con el
tiempo me di cuenta que era de las palizas que le daban a la sombra.
Ya, en ese
tiempo, se llevaron a mi tío a Málaga. Estuvo un año. Después al Puerto de
Santa María: total, tres años. Cuando lo echaron, lo echaron enfermo. Mi tía le
mandaba algunos paquetes de comida.
A mis padres
los echaron fuera a los tres meses, era la feria de Coín. La noche que sacaron
la procesión de la Virgen de la Fuensanta sacaron a todos los presos a la calle
y, cuando iba pasando la Virgen, mi madre se arrodilló ante ella y le pidió
que, si salían los dos juntos, nos vestiría a las dos de hábito e iríamos en la
procesión.
Se lo pidió
con tanto fervor que a los dos días los echaron a todos juntos. Mi padre estuvo
un poco tiempo en la casa porque salió malo del estómago porque, cuando estaba
en el agujero, lo pasó muy mal: se iba a morir.
Él le decía
a mi madre:” Si me muero, me dejas aquí mismo y así no te marean.”
Mi madre fue
a Monda en donde había un boticario, don Antonio, que era como un médico.
Le dijo que
tenía un niño malo y lo que tenía.
Él le
dijo:”Tráemelo.”
-¿Cómo lo
traigo? ¿En brazos? Usted me manda algo que sea bueno.
Lo que le
dio el boticario, ella se lo daba doble. Así se fue recuperando.
IX
Cuando salió
de la cárcel, marchó a Tarifa a la siega. Estando allí, mandó llamar a mi madre
para que nos fuéramos. Ella apañó las pocas cosillas que había. Alquiló un
hombre con una bestia para que nos llevara hasta Marbella.
Mi hermana,
como era tan pequeña, se cansaba. En Marbella cogimos un coche hasta Algeciras
y otro que iba para Cádiz. Nos dejó en el cruce de Punta Paloma. Mi padre
estaba allí en un cortijo al que le decían Las Pasas. Cuando llegamos, un señor
le había alquilado una casa, pero alguien le dijo que había estado en la
cárcel; estábamos allí con todo y dijo que no la alquilaba: nos vimos en la
calle.
Suerte que
siempre hay buenas personas. Un señor, que se llamaba Alejandro, le
dijo:”Venirse para arriba”. Nos dio una habitación para que pasáramos la noche.
Al otro día,
le dio una choza de los animales. Mi padre tuvo que sacar el estiércol y
limpiarla. Hizo dos catres: uno para ellos y otro para nosotras.
Había allí
ratas y bichas. Un día, mi madre y mi hermana estaban acostadas con las
calenturas del paludismo. Los cuatro cogimos las calenturas.
Mi madre me mandó por leche y, cuando entré,
había una bicha en suelo cogiendo una rata; pero yo no la vi, la pisé y se
metió entre las piernas, me trabó. Cuantos más botes daba, más se adjuntaba.
Suerte que
estaba un tío mío. Uno me cogió y el otro, con una hoz, la cortó por medio:
estuve mucho tiempo que no dormía.
Allí, no lo
pasamos mal, no pasamos tanta hambre, porque eso fue el año 39, cuando más hambre había.
X
Iba allá
abajo a vender una caja de tomates, era en el mismo puente de Punta Paloma.
Se puso mi
madre y salió un tomate podrido y lo tiró; pero uno de los prisioneros se
abalanzó a comérselo. El centinela lo vio. Mi madre no quería que se lo comiera
y le iba a dar uno. El centinela cogió el fusil por el cañón y se lio a
culatazos con el muchacho. Se lo llevaron entre dos. Yo salí pegando chillidos
de miedo.
Por la
mañana, vino una y le dijo:”María, ¿usted vio ayer al muchacho? Pues apareció
muerto.
-Lo
mató-dijo mi madre.
Trajeron un
destacamento de Artillería allí donde estábamos nosotros y mi padre puso una
cantina. Luego le dieron la cantina de los militares hasta que un día, de
golpe, dicen que se lo llevan para Ronda.
A mi padre
le dicen:”Jerónimo, si se quiere venir, le ponemos un camión y le damos allí la
cantina.” Pero mi padre no quiso y nos quedamos.
Nos quedamos
poco tiempo porque nuestros abuelos estaban ya mayores y partieron las tierras
ya que ellos no las podían llevar.
También, murió la madre de mi madre, el padre de mi padre y ya nos vinimos y hasta
entonces.
Mi madre no
había podido pagar la manda que le hizo a la Virgen y, entonces, nos compró los
hábitos y fuimos a la procesión.
FIN
lunes, 7 de abril de 2014
VIDA MILITAR DEL CABO MIGUEL FERNÁNDEZ GIL, EJÉRCITO NACIONAL
VIDA MILITAR DEL CABO MIGUEL FERNÁNDEZ GIL, EJÉRCITO NACIONAL
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DIARIO DE GUERRA Y CÁRCEL ,FÉLIX GONZÁLEZ AGÜERA
DIARIO DE GUERRA Y CÁRCEL, FÉLIX GONZÁLEZ AGÜERA, EL HOMBRE DE GUARO QUE MAYOR TIEMPO PASÓ EN LA CÁRCEL DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL
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Desfile de reclusos en la prisión de El Dueso (Santander)
José Naranjo (con el permiso de sus hijas, María y Lina )
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